La mayoría de padres y muchos educadores adoptan actitudes que, de forma instintiva, reflejan el modelo educativo que ellos recibieron en su día, con todos los aciertos pero también con todos sus errores y fracasos. La disciplina positiva supone una ruptura con esta forma de educar, favoreciendo el diálogo y la responsabilidad.
Todos tenemos asumido lo importante que es tener disciplina en la vida y que resulta especialmente útil tener autodisciplina pero intentamos adquirirla o inculcarla, en la mayoría de los casos, de forma equivocada, es decir, basando nuestra educación en el castigo como forma de corrección para las malas actuaciones o comportamientos de nuestros hijos.
Sin ser conscientes de ello, vamos sembrando en los niños sentimientos de frustración, resentimiento, rebelión, falta de autoestima, miedo, venganza… En definitiva, un sinfín de malos sentimientos que en nada ayudarán a nuestros hijos ni en su propia vida, ni en su relación con nosotros, sus padres.
Atrévete a educar de otra forma – Disciplina Positiva
La disciplina positiva afronta la corrección de estos errores y malos comportamientos de los niños de forma constructiva, ofreciéndoles una salida digna a sus errores y buscando una forma de rectificarlos que resulte satisfactoria para ambas partes.
¿Cómo se consigue esto?
- Fomentando su responsabilidad y autonomía personal, apelando al respeto mutuo y fundamentalmente, nutriendo su independencia, maduración y bienestar.
- Enseñando a los niños desarrollar sus habilidades personales para saber identificar sus propios comportamientos y a ser capaces de solucionar sus problemas.
- Inculcarles la autodisciplina para ser capaces de lograr sus objetivos.
- Haciéndoles comprender que sus actos tienen consecuencias, fomentando así la responsabilidad de sus acciones y la repercusión positiva y/o negativa que puede tener un comportamiento determinado.
- No recurrir el castigo como fórmula de corrección de malos comportamientos. Si el niño se habitúa a reaccionar sólo ante el miedo, no aprenderá a analizar su comportamiento y por tanto, elegir cómo comportarse. Se limitará a intentar evitar la consecuencia negativa sin profundizar en el acto en sí.
Podríamos afirmar que el fin primordial de la disciplina positiva es lograr no necesitar de la disciplina -aunque parezca una contradicción- siendo el propio razonamiento del niño el que consiga mejorar su comportamiento.
Consejos para aplicar la disciplina positiva
Desde Los Solecitos somos conscientes de que hablar de disciplina positiva parece un concepto abstracto e inalcanzable, aunque realmente es más sencillo de lo que pensamos, pero en cualquier caso, aquí os damos unos útiles consejos que os ayudarán a interiorizar el concepto y poder ponerlo en práctica fácilmente ante una situación de conflicto.
- Analiza su conducta y averigua, preguntándole si es preciso, por qué se comporta así, cuales son las emociones que está experimentando y qué pensamientos le han llevado a esa conducta.
- Guíale para que reflexione sobre su propio comportamiento. Pregúntale y haz que él mismo se pregunte ¿qué ha pasado? ¿por qué he hecho esto? ¿qué he sentido?
- Dale cariño y disciplina positiva a partes iguales. No sólo hemos de poner límites sino también ofrecerles todo nuestro cariño y comprensión. Así entenderán que puedes mantenerte firme en tus normas sin escatimar afecto y que tus exigencias son por su bien.
- Sustituye el castigo por la reflexión. Hacerle pensar sobre sus errores le ayudará a buscar soluciones para no volver a cometerlos. Si el niño entiende que sus actos tienen consecuencias, podrá trabajar para mejorar.
- No grites, dialoga. Sabemos que es muy difícil lograr esta serenidad cuando nos sale el “alien” que llevamos dentro, pero es un ejercicio de contención necesario para obtener una respuesta realmente efectiva por parte del niño. Hemos de buscar soluciones al problema no recrearnos en él.
- Negocia con él las normas. Si les hacemos partícipes de ellas, las aceptarán como algo también suyo y aunque esto no signifique que las cumplan en todo momento, cuando se equivoquen y les hagamos entender su error, lo reconocerán con más claridad.
- El mejor consejo es el ejemplo. Esto es lo más difícil de cumplir en el día a día pero al menos, hemos de intentarlo. Intenta ser consecuente con tus actos y las consecuencias que estos acarrean. Si tú cambias, tus hijos también lo harán.
Por último, queremos enfatizar en los conceptos fundamentales de la educación basada en la disciplina positiva: cambiando el castigo -que aunque a corto plazo puede funcionar, a largo plazo resulta poco efectivo- y sustituyéndolo por la unión de firmeza y cariño, lograréis que vuestros hijos se muestren motivados y respetuosos con los demás y con ellos mismos, en conexión con su entorno y capaces de desarrollar las habilidades necesarias para afrontar la vida que les espera con fuerza de carácter y sólidos valores. En definitiva, les ayudaréis a ser más felices.